Si te has laceado, lo siento, Dios no acepta devoluciones

Hace un par de meses asistí a la graduación de mi mejor amigo en el anfiteatro del colegio San Agustín, por la avenida Javier Prado. Llegué algo tarde, así que no tuve de otra que ir a la platea del segundo piso para observar a todos los recién graduados. Todos estaban vestidos para la ocasión, hombres de corbata y bien peinados, mientras que las mujeres de taco, vestido y ¡todas con el cabello planchado, totalmente laceas!

Las graduadas parecían todas iguales desde lejos con las greñas forzadas a dejar su semiondulado natural. Si uno siempre se altera por ver que la amiga tiene el mismo vestido que tú, ¿por qué esa lógica también no se aplica al cabello lacio? Incluso, no falta quienes compiten con las amigas para ver quién tuvo el laceado más perfecto, como si eso implicara mayor belleza.

¿Acaso no es posible arreglarse el cabello que por naturaleza se tiene sin necesidad de plancharlo? Una amiga me dijo que con la plancha se alista el cabello más rápido, pero poco le importaba si ese mismo estilo lo tuviera artificialmente el resto de mujeres en una hipotética reunión. El laceado bien puede solucionarte el problema del freeze y ahorrar tiempo, solo que la originalidad se va al tacho si es que se imita lo del resto, por allí uno que otro fleco sin mayor gracia.

De hecho, cada quien tiene la libertad de hacerse lo que quiera en la cabeza. Unas pensarán que se lacean porque así lo quieren y se ven más lindas según su manera de ver el mundo, pero una lástima que ese modo sea la imposición de una moda, que consiste en alterar nuestra imagen real. Total, Dios no acepta devoluciones.

Foto: Flickr – Don Le

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