Por cumplir una promesa de hace cuatro años

Hace unos días escribí que la vida es como una película y en estos días siento que me ganaré un Oscar.

Pocos saben de mi futuro viaje a Santiago de Chile. Además de hacer turismo por la capital sureña, el motivo principal de mi visita es una promesa de hace cuatro años. La historia comenzó cuando tenía mi primer blog en el 2008 y una muchachita chilena llamada Paula Alejandra Mena me escribió muy interesada en mis publicaciones. Luego nos contactamos por Facebook y el tiempo hizo lo suyo: nos conocimos cada vez más compartiendo experiencias sobre la vida, el amor y las pasiones. Recuerdo, incluso, que le decía para salir a Miraflores para tomarnos un café imaginando que vive cerca. Ella respondía que se iba a demorar un poco en llegar, pero le contestaba que esperaría sin enojarme siquiera.

Solíamos lamentarnos de la distancia y quejarnos sobre qué hicimos mal para no haber nacido en la misma patria, así que para aliviarnos la molestia prometimos visitarnos en un futuro. Ahora pasa que ese futuro es hoy luego de tiempo de haber conversado frente a un computador. Siento muchas ansias, pero me tranquiliza saber que el viaje me satisfará por continuar una historia que comenzó hace cuatro años. Como le dije a Paula, esto no ocurre todos los días ni a todas las personas de este mundo. Seremos la envidia, pensamos, para los conformistas del planeta.

El viaje lo tomé en la primera oportunidad que tuve, porque la vida realmente es corta. Creo que esta es la primera vez que cumplo una promesa de tan larga data; claro, porque nunca fui astronauta como le dije a mi madre cuando era un niñito.

La moraleja es que somos directores de nuestra película para manipular los escenarios en donde brillaremos al actuar, espacios que resultan únicos y poco cotidianos si es que tenemos la voluntad de cambiar nuestras historias, nuestras vidas y las experiencias del resto.

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